Kimetsu No Yaiba: La magia del éxito
Kimetsu No Yaiba ha cautivado a miles de personas alrededor del mundo. En este artículo, te contamos qué lo hace tan especial.
Escribo esta opinión basándome en los hechos de la primera temporada del anime. Volveré a hablar sobre Kimetsu No Yaiba cuando lea el manga, esperando que mi visión del mundo de Koyoharu sea mucho más amplia.
Durante mucho tiempo, leí maravillas sobre Kimetsu No Yaiba (鬼滅の刃 o Demon Slayer) en Internet. Por motivos de «no tengo una manera sencilla de verlo» (soy una persona práctica a la que le molesta cerrar una pestaña tras otra de publicidad), no me había dado la oportunidad de sentarme a disfrutar de este anime, y mucho menos de leer el manga (que actualmente está siendo publicado por Panini en México; al momento de redactar esta nota, van en el tomo 14, y si sacan un paquete compilatorio, con gusto lo compraré).
Cuando por fin Netflix lo tuvo en su catálogo, pude conocer esta obra de la mangaka Koyoharu Gotōge. Y, oh, ahora entiendo por qué la película superó El Viaje de Chihiro como la cinta de animación más taquillera del país del sol naciente.
Hace tiempo, me encontré con un video en el que se analiza qué hace diferente a Borderlands de otros videojuegos del mismo género: en su momento, el uso de su estilo de animación (cel shading) fue arriesgado. La historia convencional y nada destacable con la que inició el desarrollo de Borderlands, se transformó cuando el estudio decidió no tomarse tan en serio sus propios fines, convirtiendo su aventura en una comedia oscura y evitando las convenciones de su época. Eso es lo que hizo Kimetsu No Yaiba. Al menos, en el terreno de lo visual.
Unfotable, productora encargada de este anime, también estuvo detrás de Fate/Zero y God Eater, por mencionar dos de sus obras más fáciles de identificar (al menos para las personas que no nadamos en las aguas más profundas del océano de la animación japonesa). Si conoces sobre el mundo de los estudios, sabes que Unfotable es sinónimo de calidad.
¡Aviso! A partir de aquí, habrá spoilers de Demon Slayer.
Comencemos por lo que no me gustó del anime:
Al pan, pan, y al vino, vino: Kimetsu No Yaiba sigue ciertos clichés para moldear a sus personajes principales. En cierto punto, escuchar la incesante voz de Zenitsu temiendo por todo y llorando por cualquier motivo, a Inosuke gritando a cada paso que da o a Giyu Tomioka diciendo frases como «solo me interesa matar demonios», con una voz fría propia de Sasuke Uchiha (por mencionar un ejemplo conocido por todos), llega a ser cansado. La motivación de Tanjiro es la motivación de Edward Elric; el pasado trágico de algunos personajes se siente un tanto rebuscado, y ni qué decir de la exploración de la vida de los demonios antes de convertirse en criaturas devoradoras de humanos: para alguien que no ha leído el manga, estos momentos de la narración se sienten incompletos y, en ocasiones, colocados solo para hacernos sentir empatía y estar más en sintonía con la mentalidad de Tanjiro (todos los demonios fueron humanos alguna vez).
La verosimilitud resulta importante al momento de presentarnos un mundo completamente nuevo, y Kimetsu No Yaiba peca de ciertos errores que, por un instante, me recuerdan que estoy ante una ficción: aunque Tanjiro viva en una montaña, ¿de verdad la noche antes de que asesinen a su familia es la primera vez que escucha sobre los demonios y la Cofradía? A pesar de vivir en un país (aparentemente) plagado de estas criaturas, ¿nadie en el pueblo se había molestado en mencionarlo? Todos conocían al amable muchacho de increíble olfato. El tema debería haber surgido en alguna ocasión, siendo una pieza tan crucial de la historia a la que somos introducidos. Y, de alguna manera, aunque más tarde se nos explique que ni la Cofradía es reconocida por el Gobierno ni los demonios son algo en lo que se crea, se me hace difícil creer la casualidad de que, la misma noche en la que Tanjiro descubre la existencia de estas criaturas, su familia es asesinada por Kibutsuji.
Otro de estos «agujeros» en la trama de la primera temporada surge con Rui: me resulta poco verosímil que no acabara con Tanjiro desde el principio, teniendo la balanza inclinada de su lado durante toda la pelea. Pareciera de esos momentos en los que un antagonista es tan poderoso, que los creadores necesitan ponerlo en contra de su personalidad y deseos para darle una oportunidad al personaje principal de despertar habilidades que le permitirán ganar la batalla (un punto que se le debe aplaudir a Gotōge: ni siquiera este subidón de poder de Tanjiro fue suficiente para derrotar a su primer gran rival, quien le ganó en astucia y fuerza). A Rui se le presenta como un villano implacable y sádico que no duda en destruir a quienes contrarían su voluntad. No dudó en asesinar a su hermana cuando intentó escapar, tampoco en castigar a su madre por transformarse; no jugó con el cazador que hizo lo posible por acabar con su vida antes de su enfrentamiento con el chico de la marca en la frente. ¿Por qué fue diferente con el protagonista? ¿De verdad era necesario que jugara con él, y luego que se interesara en su vínculo? ¿O solo fue un guionazo para ganar tiempo?
Un tercer punto que me pareció poco creíble en esta primera parte: ¿Tres Mizunoto pudieron resistir el asedio de la montaña Natagumo cuando oleadas de chicos y chicas de rangos iguales y superiores fueron incapaces? Claro, tuvieron la ventaja de que otros cazadores les hicieron notar detalles como las telarañas que los volvían títeres, sin embargo, también me parece una jugada un tanto sucia para hacer que nuestros protagonistas luzcan mucho más fuertes y para que sepamos lo especiales que son (algo que no dejan de recordarnos: sí, sí, Tanjiro y Nezuko son distintos, gracias, lo dice cada demonio con el que se topan).
Ahora, basta de quejas y críticas. A fin de cuentas, lo que busco compartir aquí es por qué Kimetsu No Yaiba me cautivó desde el primer instante. Historias sobre demonios hay muchas: son criaturas recurrentes tanto en la cultura japonesa como en la del resto del mundo (otro anime que se volvió muy popular en su momento, y que también hablaba sobre estas criaturas, fue The Promised Neverland, del cual hablaremos en un futuro artículo). ¿Y qué tal aventuras sobre organizaciones encargadas de matar demonios? Los dedos de las manos no nos alcanzan para contarlas. No obstante, Demon Slayer trae un respiro de aire fresco al género, presentando no solo un repertorio único de habilidades (las respiraciones), sino también un amplio abanico de cualidades para sus antagonistas, que me recuerda a los poderes de los stands en Jojo’s Bizarre Adventure, en el sentido de que nunca sabes qué te vas encontrar. Así como hay un demonio que pelea con balones, hay uno capaz de moverse en un pantano subterráneo al que solo se puede acceder a través de sus charcos. Los límites para lo que los villanos de esta obra pueden hacer, solo los marca la propia creatividad del autor.
Completando mi punto anterior, sí, Kimetsu No Yaiba sigue algunos estereotipos de personajes: tenemos al llorón, al frío y calculador, al rival gritón, al chico distraído y silencioso… Pero sabe ir más allá de estos moldes, para otorgarle a cada personalidad características únicas que los hacen destacar de sus similares en otros programas. En este caso, creo que el contraste (también presente en el estilo de animación) es la clave para tal hazaña, pues así consiguen balancear las a veces moletas personalidades de sus protagonistas: luego de tener a Zenitsu llorando por todo el capítulo de la mansión, verlo despertar su verdadero yo resulta impresionante e inesperado; la parte de Inosuke que se pierde del mundo cuando recibe afecto es divertidísima y tierna, mientras que la preocupación de Tomioka por Tanjiro y Nezuko lo saca del prototipo de chico genial distanciado de su entorno.
Como dicen, de la vista nace el amor, y Kimetsu No Yaiba hace gala de un estilo bastante peculiar de animación en el que, a diferencia de otros animes, que persiguen una especie de realismo 2D, Unfotable no nos deja olvidarnos de que estamos ante trazos y más trazos, con esas líneas gruesas que marcan de los personajes, que contrastan con la belleza casi foto realista del agua, de los cielos o de las texturas en las hojas de los árboles, la nieve o la tierra.
Durante la primera temporada, la máxima expresión de belleza en animación se da durante la pelea entre Tanjiro y Rui, cuando el espadachín despierta la verdadera naturaleza danza que le enseñó su padre: esta secuencia, ejecutada con una maestría espectacular, es la epítome de los pequeños pedazos de excelente animación que Unfotable va regalándonos con cada nuevo episodio.
El diablo está en los detalles, y aunque, para mí, Demon Slayer tiene fallos que por momentos hacen que su historia tambalee, es cierto que también logra recuperar el hilo con su excelente comedia bien distribuida, momentos de acción equilibrados, lazos afectivos personaje-personaje y espectador-personaje que va tejiendo con calma, sus misterios sobre los héroes y villanos, y el mundo en el que nos sitúa, que no se limita a ser una calca genérica de un Japón feudal, lo que se esperaría de una historia de espadachines, sino que agrega sus toques para crear un país con una personalidad equiparable a la del que se nos presenta en Fullmetal Alchemist.
Y es en esas pequeñas diferencias, en estilos de animación contrastantes que a la vez se complementan, en darle un ligero giro a una historia contada cien veces o en la construcción de nuevos sistemas que parecen no conocer fronteras, donde se esconde la magia del éxito.